Frente a la ilegibilidad
y el desorden como sugerencia creativa, el Museo de Arte Kimbell de Kahn adopta
de un esquema sencillo que permite diferentes niveles de
asociación, esencia propia de la modernidad.
Lejos de realizar un edificio representativo, Kahn actúa de forma
que el continente no condiciona el uso por los distintos agentes que
intervienen, siendo respetuoso con el entorno físico en el que se situa, contrario
a la exaltación del edificio insolidario o a la sacralización de su autonomía.
Contrario a modernidades y vanguardias que aparecen ligadas a conceptos estilísticos
o valores sociales desligados de la realidad física circundante.
En definitiva, un edificio voluntariamente anticuado.
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